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  • Writer's pictureMidangelí Haydée

Hacia el Altar


El 26 de noviembre de 2016 me desperté y me levanté antes de que sonara la alarma en mi celular. Aunque sólo había dormido 6 horas me sentía descansada y lista para el día. Mi mamá me ve saliendo del cuarto y me dice: “¿Ya te levantaste? Acuéstate un ratito más para que descanses, hoy será un día largo.” A lo que contesto: “No tranquila, no tengo sueño y me siento bien. Estoy lista. Lo que quiero es ver a Jesús.” “Okay”, dijo mamita, “pues te voy a hacer el desayuno”. Me di un baño con agua caliente de pies a cabeza, como suelen decir. Salí del baño, me tomé mis medicamentos para la inflamación y el dolor y comí mientras veía televisión y me fui a secarme el pelo con el blower. Luego, le puse un collar de flores que le compré a Nahla Mulan para este día tan hermoso. Mi padre no estaba en la casa porque estaba llevando muchas cosas al salón y a la iglesia y mi hermano buscaba a mis abuelos. Así que en mis últimos momentos de soltería era como esos días que solo estábamos mi mamá y yo y me decía: “los nenes no están así que podemos hacer LO QUE NOS DA LA GANA.” Creo que esas eran las primeras palabras de empoderamiento femenino que escuché. Y cuando llegaban esos momentos, literalmente hacíamos lo que queríamos.


Así que me sequé el pelo y compartí con mi mamá en lo que empezaba a llenarse la casa de gente. Hablabamos de mi peinado, de cómo peinaríamos a mi abuela, de tantas cosas. Pero nunca me preguntó si estaba nerviosa. Si algo tenía claro en ese momento, es que era el día en que me casaba con el amor de mi vida. Me llegó una llamada, las maquillistas habían llegado. Empezó a llenarse la casa. Pero igual, solo éramos nosotras en un momento de madre e hija peinándose y maquillándose, de muchos que hemos tenido, pero este era el mejor.


Terminaron de maquillarme y peinarme y llegó el fotógrafo y el videografo. Como si fuera coordinado a la perfección. Poco a poco, la casa se llenó de mis abuelos, mis tíos, mi hermano, pero mi papá no llegaba. Seguía resolviendo mil detalles para la boda que su hija tanto había luchado y soñado. La boda que desde muy joven ella sabía que ocurriría. Con la persona que ella había soñado tanto, luchado tanto, amado tanto. De momento Jesús me escribe por mensaje. “Estoy comprándome un perfume y vi estos leg warmers. ¿Tienes de esto para cuando haga frío en la luna de miel?” A lo que contesté, “no mi amor.” Y él: “A pues te los llevo.” Y yo pensando, por esto y más es que quiero unir mi vida por siempre a la tuya. Por que hasta cuando pensaba que iba de regreso de su recorte, ahí estaba él pensando en mí.


Así que hicieron tomas con mi traje, en mi cuarto, en en la sala, almorzando, con mi corona, con mis zapatos. Y mi papá no llegaba. Comencé a orar para que llegara a tiempo. Pues estaba atrasando mi vestimenta porque quería que mi papá me pusiera el collar. Verán, mi papá toda la vida cuando cojo lucha con un collar, ahí está el para ayudarme con el broche. Así que le pedí que el día de mi boda quería que me pusiera mi collar. Pero me tenía que empezar a vestir, así que mi mamá me dijo: “ya viene por ahí, vamos a vestirte para las fotos”. Accedí, pero dije que las fotos serían sin el collar. De momento entre tanta gente escucho su voz y sonreí. Mi papá había llegado. Mientras se quedó sin palabras al verme, el fotógrafo le dice: “Dele papá que faltan las fotos con usted. Voy a hacer unas más con mamá y ella sola. ” Mi papá fue a prepararse; debió estar cansado con tanto detalle y solo eran las 2:20p.m. Pero como siempre, el héroe de su nena.


Así que, llega mi papá y comenzamos con las fotos. Y sí, tomó el collar con el mismo amor de padre, lo colocó en mi cuello y abrochó. Supongo que los millones de recuerdos que pasaron por mi mente también volaron por la suya. Y de momento ahí todo era corriendo. Alguien tenía mi maleta, alguien mi cartera con mi teléfono, polvo y labial. Alguien iba aguantando mi cola, mi padre me ayudaba con el ramo. Deben pensar que estaba nerviosa, que el corazón me iba a millón, que no podía respirar. Pero no, estaba loca por llegar a la iglesia y ver a Jesús. Mis ganas eran tantas, que las fotos frente a la casa fueron pocas. La emoción era tanta, que mi mente solo imaginaba el momento en que miraría al final del altar y lo vería allí sonriéndome.


En la limosina iban mis padres, mi hermano y yo. Me acompañaron todos. Nos tiramos fotos, hicimos bromas. Y regresó la pregunta: “¿estás nerviosa?” me dijo mi hermano. “No, solo quiero ver a Jesús.” De momento cuando miro, se notaba que era el destino. Estamos pasando por nuestro colegio, donde nos conocimos, donde fuimos amigos, donde estudiamos, donde todo comenzó. Todos dentro de la limosina sonreímos. Todos veíamos lo destinado que fue todo, como este día encajaba con el pasado y trazaba un futuro. Como todo dentro de sus imperfecciones, en realidad era perfecto. Llegamos a la iglesia y no me lo van a creer: ¡No me dejaban bajarme! Me muero de risa, tanto que quería ver a Jesús y no podía bajarme aún. Faltaban caballeros, seguían llegando invitados, algunas damas llegaron raspando. Con lo organizada que soy, deberán pensar que estaba anciosa, quizás hasta furiosa, pero no, solo esperaba el queue de mi papá o la coordinadora: “Ahora, podemos bajarnos”. Pero no, ahí esperé, las horas preparándome se fueron más rápido que los 5 minutos que esperé en la limosina. Y por ahí vino la coordinadora y me dijo: “Ven Mida, llegó el momento”. Quizás pensarán que dicen eso a ver si uno flaquea, pero yo estaba más decidida que todas las veces que en nueve años Jesús me ha dicho: “¿Qué quieres comer?”.


Me bajé, estoy en la entrada de la iglesia, por que las damas van entrando. “¡Avancen!” pensaba yo. Ay, qué risa me da recordarlo. Mientras mi papá me aguanta la mano y regresa la pregunta, pero de otra manera: “¿estás bien?”. “Sí, ya quiero ver a Jesús.” De momento mi corazón va a millón. “¿Papito me veo bien?” “Sí mi amor, estás hermosísima”. “Okay, es que quiero que Jesús me vea”. “Ya quiero ver cuando te vea”. De momento nos toca entrar, escucho los violines tocando “Who is She” de Patrick Doyle. Para los que no saben pero han visto la película de Disney Cinderella del año 2015, es la música de cuando ella entra al salón y todos la ven llegar. Comienzo a caminar y adivinen: “Papito, no veo a Jesús”. Había tanta gente tomándome fotos, que no podía verlo. A mitad de altar nos logramos ver y no puedo parar de sonreír. De momento no existía nadie, de momento todo estaba vacío y sólo lo veía a él. Así que sí, ese momento en Twilight es real. Y su reacción fue como lo esperaba, pero esa es sólo para los que estuvieron allí.


Mi padre coloca mi mano sobre la de Jesús y siento con tan solo un tacto como mi padre ve una niña y mi novio ve una amiga, un amor, una vida. Sé que mi padre se sentó con amor junto a mi madre a ver al amor de la vida de su hija casarse con ella. No soy madre, pero creo que saber que el amor de la vida de tu hija la ama igual que ella debe dar paz, regocijo y hasta ser una bendición. Espero algún día sentir eso hacia mi hijo/a.


Así que, vivimos nuestra misa y nos unimos por siempre. Ya nosotros nos sentíamos de esa manera, solo que lo oficializamos frente a seres queridos y bajo el estado. Por que casarse es solo un papel, pero el matrimonio y el amor, esa es la aventura más preciosa.

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