top of page
  • Writer's pictureMidangelí Haydée

Las Llaves


Recuerdo cuando era niña y soñaba con ser adulta. Creo que todos lo hacíamos. Y lo primero que imaginábamos era que posiblemente seríamos millonarios. Haríamos una cosa tan y tan extraordinaria que nos convertiríamos en los millonarios más humildes del mundo. Porque yo no sé ustedes, pero siempre pensé que al adquirir una suma de dinero tan grande, no podía olvidarme de donde vengo ni cómo llegué a esa cima. Recuerdo jugar tantas cosas imaginando ser una adulta increíble. Recuerdo pensar, mi padre me dio un nombre único y no se puede desperdiciar. No me llamo Midangelí para no ser alguien. Pasé de que mi nombre fuera de Nicole a Midangelí, así que nuestros nombres simplemente están destinados. Los nombres tienen poder.


Recuerdo sentarme a jugar con mi caja registradora a que era Teller de un Banco importante. Recuerdo jugar a que tenía mi propia tienda de ropa. Recuerdo jugar a ser doctora; este sueño se fue bastante rápido cuando descubrí que no estaba dispuesta a abrir ningún cuerpo aunque fuera en un examen para poder ser doctora. Recuerdo jugar a que trabajaba en un café, con mi caja registradora siempre. Recuerdo que esa caja registradora fue de los últimos juguetes que pedí para navidad, oh, pero cuanto la usé. De momento dejé la caja registradora hacia un lado y cuando no utilizaba mi computadora para algún proyecto de la escuela, la usaba en los fines de semana para jugar a que sería una de las ejecutivas más reconocidas. Cuando jugaba a ser Miranda Priestly (The Devil Wears Prada), pero más nice, usaba blazers de mi abuelita o de mi mamá para sentirme tan adulta como todo lo que estas dos mujeres tan fuertes y valientes han sobrellevado. Cargaba papeles en folders, escribía e imprimía, utilizaba el teclado a la perfección, cambiada de carteras, tenía como cinco cambios de ropa diferentes porque quería sentir que habían pasado días y que la historia que imaginaba continuaba. Como si actuara en una película. Cuando imaginaba que pasaban los días, cerraba las ventanas del cuarto para imaginar que era de noche, cuando en realidad, eran las doce del medio día. Y cuando imaginaba que había llegado un nuevo día, abría las ventanas y dejaba entrar el sol. El aire acondicionado de pared que había en el cuarto era la estufa del apartamento que era mi cuarto o el cuarto que era de mi mamá en casa de mi abuela. Utilizaba las copias de unas llaves que ya no abrían ninguna puerta y las colocaba en un llavero que tenía para cuando tuviera mi primer carro. Y eran esas llaves las que abrían mi apartamento, mi oficina, mi auto. Esas llaves eran mágicas. El baño era el ascensor del edificio donde trabajaba. Donde era la ejecutiva más importante y reconocida.


Y así uno va descubriendo qué uno en realidad quiere en esta vida. Ya sabía la universidad que quería ir, lo que quería estudiar, la casa de mis sueños, el auto perfecto para mí y hasta me había enamorado del chico con quien quería pasar el resto de mi vida. Cuando llegué a la universidad, siempre andaba con un currículo de mi bachillerato. Siempre que venía un nuevo trimestre, cuando tocaba escoger las clases que estaban disponibles, me ponía a calcular y a planificar para graduarme en ‘x’ año. Tan así, que en la puerta de mi cuarto siempre que entraba ahí estaba el bachillerato con clases tachadas en la puerta, con clases sin tomar, con clases que retomar porque eso pasa, pero marcado en colores y lleno de sueños. Compraba libretas nuevas y ahí estaba el currículo haciéndome compañía. Trabajaba, estudiaba, planificaba mi vida pero mis estudios siempre en el norte porque eran la llave que me abriría todas las puertas que quisiera. Me gradué el 19 de junio de 2015 de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Carolina con un Bachillerato en Estrategias y Tácticas en las Relaciones Públicas. Realicé mis prácticas con unas compañías estupendas donde aprendí muchísimo. Me convertía en la mujer que llegaría a la cima. Quizás no millonaria, pero sí esa mujer fuerte, determinada, decidida, auténtica que tanto quería ser.


La realidad es que Midangelí de niña imaginó tantas cosas…pero…tener una condición que me limitara a hacer lo que quiero no estaba en la lista. Imaginé tanto que me imaginé saludable todo el tiempo sin pensar que eso pudiera cambiar. Imaginé tantas cosas bellas que descarté la raíz para poder hacer todo esto: la salud. Tanta organización y estructura y no tenía un plan B. Tenía tanta fe, esperanza, confianza, buenas vibras, sensaciones de que todo saldría bien que olvidé en cada momento que pensaba un nuevo rumbo para mi plan, que sin salud no hay nada. A veces nos cegamos y nos confiamos que estamos bien que se nos olvida que en cualquier momento podemos no estarlo. Y no significa que debemos vivir con miedo. Porque la realidad es que si vivimos con miedo, nunca vivimos. Nunca saltas, nunca compras eso, nunca pruebas el plato de comida, nunca viajas, nunca sueñas, nunca nada. Pero no podemos perder de vista que estamos prestados en este mundo. Estamos y después no. El punto es que como estamos prestados tenemos que vivir cada momento, hacer planes con Dios por delante o tu deidad o creencia, tener hábitos saludables, ir al médico. Por favor, si te sientes mal ve, porque puedes estar a tiempo. Ve al médico porque puede que te añadas unos años, o te quiten algo que no debe ir ahí o descubran una condición permanente con la que debes vivir por siempre.


Tener cualquier condición médica es un infierno viviente. Pasar un susto, que te descubran algo, que te dé un catarro y ya, es horrible. No te autodiagnostiques, no busques en internet, no consultes con familiar, consulta a tu médico. Tienes depresión, ve al psicólogo y sobrepasa tu trauma, situación, día a día, etc. Algo anda mal en tu periodo menstrual, ve al ginecólogo. Tuviste una caída hace años y empezó un dolor, verifícate, ve a un reumatólogo. Tienes en la piel algo raro, ve a un dermatólogo. Si la ciencia nos ha dado algo increíble es la accesibilidad de tener personas que nos puedan estudiar en menos de 5 minutos y nos puedan decir qué le pasa a nuestro templo. Vedlo de la siguiente manera: “Tanto como cuides tu cuerpo es el amor que te tienes”. El cuerpo no es para peinarlo, maquillarlo y vestirlo nada más, tu cuerpo es tu templo y tienes que hacer lo que sea y que te dé paz para que esté bien y saludable. Tu cuerpo no define quien eres, ni como eres, pero sí lo mucho que te amas. Podrás tener una o más condiciones pero si te cuidas…oh…te amas más de lo que piensas. Porque quiere decir que no importa cómo tu cuerpo se esté comportando ni todo el proceso doloroso que tienes que pasar como la persona valiente que eres, te amas tanto y tanto que hasta te abrazas tu mismo. En esa cama rumbo a la placa o el MRI, en esa camilla en el dentista, en el sofá con el psicólogo, en la cama con la acupuntura, en la caminata con el cardiólogo, soplando con el neumólogo, lista para traer otro humano al mundo con la ginecóloga, en la silla con la dermatóloga por la caída de tu cabello, en el podiatra por una uña enterrada… no importará si es por algo grande o pequeño, si es por tu bien, tu felicidad y tranquilidad; si estás escuchando a tu cuerpo y lo que necesita, te estás amando tanto, tanto y tanto que al final del día no va a importar si tuviste un día de cama, si faltaste al trabajo por dolor en el pecho o una migraña, si te operaron por una uña enterrada o por algo más riesgoso, estar tranquilo por tu decisión para el bienestar de tu cuerpo es lo más importante.


No hay condiciones o enfermedades mejores o peores, no es un catálogo. Hay condiciones y enfermedades. Todas son horribles. Porque todos los que padecen de todas las condiciones o enfermedades viven una historia diferente. Lo que yo siento con mi fibromialgia no todos lo sienten igual. Hay personas que lo sienten más fuerte o menos. Hay personas que no están como yo en estos momentos, escribiendo porque no pueden dormir, como hay personas que están leyéndose ese libro que hace mucho no terminan y qué mejor momento que hacerlo aquí sin sueño. Hay personas que no le dan costocondritis, pero hay personas que cuando les da ni respirar pueden. Hay enfermos que tienen ocho perros mordiéndoles todo el santo día, personas que sólo tienen a los ocho perros cuatro horas y hay personas que aunque son tres perros, también los tienen el día entero. Así que si todos somos diferentes. Pero la familiaridad de condiciones o tener enfermedades iguales, aunque las sintamos diferentes, nos pueden conectar para muchas cosas. Para dar apoyo, para entenderse, para la empatía. Así que sea tu fibromialgia u otra situación, no tengas miedo de tomar las llaves mágicas que abren todo: escuchar a tu cuerpo.


38 views1 comment

Recent Posts

See All

La Cama

Post: Blog2_Post
bottom of page